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martes, 9 de junio de 2015

Como la lluvia

Como una noche de verano,
encendida por la llama de una vela,
llegaste y empecé a oler a tierra mojada.
Porque aquella noche también empezó a llover sin más.

No hacía frío, no había nubes,
no tenía ganas de que lloviera.
Pero llovió,
y la humedad empezó a calarme.

Y tú empezaste a calarme, como la lluvia.
y el olor a tierra mojada pasó a ser el segundo puesto,
justo por debajo del olor que me dejabas en la ropa.

Y yo empecé a bailar bajo la lluvia.
Sin saber que las nubes se alejan cuando sopla el viento,
sin saber que el agua apaga las llamas de las velas
como la que esa noche me daba luz y calor.

Y lo peor, es que también empecé a cantar bajo la lluvia.
Sin saber que cantaba tan realmente mal, que solo provocaba mas lluvia.
Sin saber que más lluvia, solo me provocaría mas ganas de que lloviera.
Nunca quise paragüas contigo.

Y sin querer acordarme de que las nubes siempre vienen de otro horizonte,
también olvidé que las nubes siempre se van por el horizonte.
Y que cuando te acostumbras a la lluvia, cuando te gusta la lluvia,
las nubes quieren volver a su horizonte.
Por eso del ciclo del agua, quién sabe,
quizás el ciclo vuelva a pillarme con la vela encendida.

Quizás ahora apague yo la vela, y cante hasta dejarme la garganta.
Esperando que llegue una nube.
Esperando que esta vez me deje charcos para cuando la eche de menos.
Y un horizonte del que surgir cada vez que quiera que llueva.