Primero plantamos el limonero.
Y ahí, sé que tú igual que yo, ya tenías ese deseo amarillo de ver salir limones.
No se en que momento los limoneros empiezan a dar fruto.
Sólo se que el nuestro, era un limonero lunero.
No sólo por las ganas de crecer contigo que me daban por las noches,
sino porque cuando dimos limones, por fin, fue con la luna despierta.
Qué decir de nuestras noches de limonada,
si yo era capaz de olvidar mi idioma por tal de ponerte subtítulos y leerte con las manos.
Pocas veces me han traicionado las manos,
y mucho menos cuando decidieron bajar un poco y tocarte la luna.
Todavía sigue mi cabeza haciendo música contigo.
Hace mucho que aprendimos a hacer limonada,
y a mi se me doblan ya las ramas del peso de los limones.
Al menos por fin he conseguido entender, por qué lo llaman limonero lunero.
Y es que me sigue pidiendo luna por más que pasen las noches...
